Se educa al que está creciendo, así como se cuida el árbol que se ha sembrado. Una buena educación necesita ser integral y en positivo.
En muchas ocasiones hemos leído o escuchado una máxima que, si no se lee por completo, se presta a interpretaciones variadísimas. Quienes más la repiten son los pertrechados de sabiduría y experiencia o los que buscan la educación de los que están en camino de ser como ellos. “Árbol que crece torcido jamás su tronco endereza”. Y es innegable que en nuestra vida vemos muchos árboles maduros que han crecido defectuosos, o jóvenes árboles en cuyo desarrollo corren peligro de terminar como los primeros. Todos estos casos por una razón fundamental, la falta de un rodrigón que les ayude a crecer rectos y armónicos: la falta de una buena educación.
Es evidente que algunos jóvenes y estudiantes de hoy en día no cumplen con una buena educación. Este ha sido un tema del que se han ocupado las grandes mentes de la humanidad, como Platón y Aristóteles. También muchas veces en la historia ha sido un problema: épocas en las que se formaban cuerpos hercúleos y guerreros, pero se descuidaba la formación ética y moral. Culturas en las que lo importante era blandir la espada, pero no sabían tomar una pluma. En general, se trata de modelos educativos que no forman integralmente al joven, dando como resultado personalidades cojas en un aspecto. Así podríamos analizar la situación de la juventud y su educación hasta nuestros días.
Se educa al que está creciendo, así como se cuida el árbol que se ha sembrado; por eso creo, sin pretender abarcar todo un conjunto de normas y consejos de grandes expertos, que una buena educación necesita ser integral y en positivo. Integral quiere decir que, el material que vamos a forjar -el hombre-, no es sólo cuerpo ni instinto, también es alma; no sólo es alimentación, turismo, economía, ecología, leyes, física, química, mecánica… sino que también es conciencia, voluntad, libertad, religión, inteligencia, amor; de tal manera que su obrar esté guiado por principios. Un hombre formado integralmente es una persona que sabe tomar decisiones libres y responsables.
Para lograr esta formación integral se requiere corregir defectos, encauzar sentimientos, ennoblecer pasiones… podar las ramas que no le sirvan al árbol para que crezca más fuerte; a veces, será necesario atarles a una estaca para que crezcan rectos y no se doblen ante el primer viento. Esto se forma a base de esfuerzo y exigencia por parte del formando y por parte del formador. En base a este esfuerzo, podemos entender por qué hombres que en su niñez no tuvieron los medios suficientes para su formación, hayan salido adelante en la vida y hayan logrado sus metas. También en la vida se presentan hombres que han tenido todos los medios para formarse y los han sabido aprovechar siendo constantes en sus propósitos y renunciando a otros caminos… el hombre siempre tiene buena madera.
En segundo lugar, si se busca una educación en positivo, se requiere poner metas elevadas, grandes ideales y mucha confianza ¿Por qué nos da miedo exigir? Porque no confiamos en el educando. Sabemos que un joven es una persona con grandes ideales y con mucha madera por cortar, y cuando se le presenta un ideal atrayente, hace hasta lo imposible por lograrlo. Por ejemplo, nos llaman la atención los grandes deportistas: nadadores que a los 18 años son capaces de alcanzar 7 medallas olímpicas; tenistas que los 16 años vencen el Winbledom o el Master Series de tenis porque además de habilidad, demuestran educación y esmero: educación de la voluntad, del carácter, de los gustos. Una educación en positivo requiere una gran armonía, una escala de valores para poner todo en su lugar: a Dios, a la familia, a los amigos, a la patria…En fin, la educación requiere todo el juego armónico de cualidades, pasiones, sentimientos y emociones de la persona, especialmente del joven.
Siempre hay oportunidades para educar y para educarse, no podemos esperar que la tierra fértil se seque. Ojalá que los árboles que plantemos hoy nos sirvan de sombra para mañana.
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