La Virgen Niña
El 21 de Noviembre recordamos la Presentación de la Virgen en el Templo, día además en que se recuerda la dedicación, el año 543, de la iglesia de Santa Maria la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén. Celebramos la "dedicación" que Maria hizo de si misma a Dios, ya desde su infancia, movida por el Espíritu Santo, cuya gracia la llenaba plenamente.
Nada nos dicen los libros canónicos de este suceso, pero es algo que se desprende de la misma naturaleza de las cosas. Cuando los padres eran estériles y pedían a Dios un hijo, ya por adelantado se lo ofrecían al Señor. Es lo que hicieron Joaquín y Ana, según cuenta la tradición.
Así se expresa un antiguo himno: "Los padres de la Virgen Soberana, en su esterilidad, alcanzaron de Dios el gran tesoro, de esta Niña sin par. Cumplen su voto y al sagrado Templo, de tres años no mas, llevan su prenda, que agradable hostia, en el quiere morar".
Pero la razón principal de este hecho reside en la persona de la Virgen Niña, aquella Niña transparente, hermosa y bella, celestial princesa.
Ha sido concebida sin pecado. Gabriel la llama "llena de gracia".
Por tanto, se comprende que, como algo espontáneo, al no haber estorbo alguno que lo impidiera, la graciosa Niña se lanzaría intrépida hacia el Señor, como hacia un imán irresistible. Cuando Maria contesta al ángel "¿como puede ser esto, pues no conozco varón?", da a entender su consagración virginal.
Tendría prisa en entregarse al Señor. El amor, en cuanto de si depende, no permite ni dilaciones ni distancias. Tendría la Niña unos tres años. Ni ella ni sus padres querrían esperar mas. Ya había otros casos así.
Hay un lienzo de Murillo con una linda escena. Santa Ana esta enseñando a leer a la Niña. Y lo hace con la Sagrada Escritura. Maria sabría muy bien el salmo 15: "El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte esta en tu mano. ¡Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad! "
Recitaría también el salmo 83: "¡Que deseables son tus moradas! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor. Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Vale mas un día en tus atrios que mil en mi casa".
Escucharía el salmo 44: "Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna. Prendado esta el rey de tu belleza. Ya entra la princesa bellisima, vestida de perlas y brocado". Así estaría la Niña Maria.
Muchos pintores, como Murillo, Jordan, Ticiano y Rafael, han plasmado, con fuerza y galanura, la fiesta de la Presentación. Sus padres abajo, como animandola, la Niña subiendo las gradas, como volando, movida por las alas de un amor irreprimible, y arriba el sumo sacerdote, de barba venerable y adornada la cabeza con la mitra de dos cuernos, esperándola complacido.
Al servicio del Templo pasaban algunos años de vida muchas vírgenes. ¿Puede extrañar ver entre estas vírgenes a la que es la Reina de todas ellas ? Si, hubo otras. Pero jamas ojos tan puros habían mirado aquellos pórticos. "Como lirio entre espinas", así era esta Niña entre todas.
Todo allí le hablaba del Mesías, el esperado de las gentes. Y su tierno corazón se inflamaba en deseos de su venida, le llamaba con ansias inenarrables, sin saber todavía la excelsa misión a que la destinaba Dios. Allí se preparaba, en la oración y servicio, a recibir el gran mensaje.
Este día es un día apropiado para que las almas consagradas renueven su consagración al Señor, con prisa y gozo como Maria. Y repitiendo con ella: ¡Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad!
ORACIÓN DE LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA AL TEMPLO
Dios te salve, María suavísima, a quien tus santísimos padres trajeron al templo, y en tu tierna edad presentaron al Señor y ofrecieron a su servicio, para que en dejando los pechos de tu madre le hicieses sacrificio de ti misma, y como fruta temprana, fresca y cogida del árbol con su flor fueses mas gustosa y agradable a aquel Señor que es fruto de tu sagrado vientre.
En el templo material entraste, y le santificaste e ilustraste para que fuese más glorioso que el que edificó el Rey Salomón, porque tú eres el templo vivo de Dios, y como un Sancta Sanctorum adonde no es lícito entrar sino al sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec, y como la verdadera arca del Testamento en que está la urna del maná con que sustenta el cielo y la tierra.
Aquí viviste y pasaste tu niñez, y fuiste modelo perfectísimo de santidad, y derramaste el olor suavísimo de todas las virtudes; y como alférez y Virgen de las vírgenes, te consagraste toda a Dios, y fuiste la primera que hizo voto de perpetua virginidad con alegre y determinada voluntad, abriendo camino con tu ejemplo a todas las vírgenes que después te han seguido y seguirán; y le guardaste tan perfectamente, que más parecías ángel sin cuerpo que doncella en carne mortal.
Y pues fuiste tan acabado dechado de pureza, que sola tu vista penetraba los corazones de los que te miraban con una lumbre celestial, y criaba en ellos amor de honestidad, mírame, Señora, con esos ojos amorosos y eficaces, para que de tal manera mi ánima y mi cuerpo florezcan con la castidad, que ninguna fealdad me ensucie, ningún vicio me posea, y a ningún deleite consienta.
¡Oh Reina mía, esperanza mía y alegría mía de mi corazón! que viviendo en el templo, con la soledad, silencio y quietud te disponías a la contemplación y unión con Dios, y eras tan regalada de él y tan visible de los ángeles, que más morabas en el cielo que en la tierra, y más vivía tu espíritu con el espíritu del Señor que tu cuerpo con tu espíritu; alcánzame por tus merecimientos amor del silencio y del reposo espiritual, para que estos sean mis deleites todo el tiempo que fuere detenido en la cárcel de este cuerpo, por Jesucristo tu benditísimo Hijo, que vive y reina en los siglos de los siglos.
Amén
ORACIÓN II
"Dulcísima Niña María, radiante Aurora del Astro Rey, Jesús, escogida por Dios desde la eternidad para ser la Reina de los cielos, el consuelo de la tierra, la alegría de los ángeles, el templo y sagrario de la adorable Trinidad, la Madre de un Dios humanado; me tienes a tus plantas, oh infantil Princesa, contemplando los encantos de tu santa infancia. En tu rostro bellísimo se refleja la sonrisa de la Divina Bondad, tus dulces labios se entreabren para decirme: “Confianza, paz y amor…”
¿Cómo no amarte, María, luz y consuelo de mi alma…, ya que te complaces en verte obsequiada y honrada en tu preciosa imagen de Reina parvulita? Yo me consagro a tu servicio con todo mi corazón. Te entrego, amable Reina, mi persona, mis intereses temporales y eternos. Bendíceme Niña Inmaculada, bendice también y protege a todos los seres queridos de mi familia. Se tu, Infantil Soberana, la alegría, la dulce Reina de mi hogar, a fin de que por tu intercesión y tus encantos reine e impere en mi corazón y en todos los que amo, el dulcísimo Corazón de Jesús Sacramentado.
Amén.
¡Muy bella toda la lectura!!! la busque porque mis sobrinas se confirman y les regalaré la medalla con la Virgen Niña. Creo que estuve bien!!!
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