Las cosas que vamos consiguiendo y preparando para celebrar una fiesta cualquiera nos ayudan a pensar en los demás y, sobre todo, en el homenajeado. Cuando la fiesta es religiosa se suma algo más: los preparativos nos ayudan a pensar en Dios, en lo que ha dicho y hecho por nosotros...
La novena de la Virgen de Luján tiene esa finalidad: "preparar el corazón para su fiesta pensando en ella, y repasando lo que Dios ha dicho y hecho en comunión con los hermanos en la fe."
Por eso, esta novena está preparada en base a la historia del milagro de la Virgen de Luján, iluminada con partes de la Biblia, y enriquecida con la oración que los mismos peregrinos dejaron escritas en el Santuario...
Cada día de la novena tiene una parte de la Palabra de Dios para meditar y partes de salmos para rezar, como así también el Padrenuestro, el Ave María y el Gloria.
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN:
POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ...
ACTO DE CONTRICCIÓN: PÉSAME... SEÑOR MÍO JESUCRISTO... YO CONFIESO...
PRIMER DÍA: "La Madre de Jesús quiso estar presente en nuestra tierra para darnos a su Hijo."
Fieles a la fe que recibimos, adoramos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y veneramos a la Virgen María, la Madre de Jesús. Sabemos que en la historia de nuestra salvación, ella tiene un lugar único. Aceptó ser la Madre del Hijo de Dios y estuvo siempre unida a él. Para hacerla Madre de Cristo, Dios la preservó del pecado ya antes de nacer; por eso la veneramos como la Inmaculada, la Limpia y Pura Concepción, la “llena de gracia”. Desde el cielo, junto a Jesús resucitado, cuida y acompaña a los hermanos de su Hijo que todavía peregrinamos en esta tierra.
La evangelización en nuestro continente estuvo marcada por un gran amor a la Madre de Dios, que siempre dio señales de su compañía y cuidado. Así, una imagen sencilla de su Limpia y Pura Concepción, quiso quedarse en el río Luján en 1630. Su presencia silenciosa a través de la historia nos acerca el amor misericordioso de Dios, que quiso hacerse hombre para darnos su Vida.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
De la Carta a los Gálatas: “Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos.” (4, 4-5)
Recemos ahora con el canto de la Virgen: Lc 1, 46-55
Antífona: El Señor hizo en mí maravillas.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles,
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
a favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Antífona: El Señor hizo en mí maravillas.
Intenciones...
-Padre Nuestro... Dios te salve, María... Gloria al Padre, al Hijo...
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
SEGUNDO DÍA: "La Virgen de Luján nos recuerda que Dios va haciendo la historia junto a su pueblo."
Como dice el dicho, “el hombre propone y Dios dispone”...
En el año de 1630, un hacendado portugués de Sumampa, Santiago del Estero, encargó a un amigo suyo de Pernambuco, Brasil, una imagen de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Éste le envió dos imágenes pequeñas, hechas de tierra cocida: una de la Limpia y Pura Concepción, y otra de la Virgen con el Niño Jesús dormido en sus brazos. Ambas fueron conducidas por mar desde el puerto de Pernambuco al de Buenos Aires, y después, en carreta, tomaron rumbo al norte por el “camino viejo”.
Dios quiso intervenir en este “camino” y lo cierto es que, quien llegó a Sumampa fue la imagen de la Virgen con el Niño. Para la otra imagen, el Señor tenía otros planes...
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del libro del profeta Isaías: “Los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos –oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.” (55, 8-9)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 25
Antífona: Muéstranos, Señor, tus caminos.
Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador,
y yo espero en ti todo el día.
El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados,
él guía a los humildes para que obren rectamente
y enseña su camino a los pobres.
Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad,
para los que observan los preceptos de su alianza.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Antífona: Muéstranos, Señor, tus caminos.
Intenciones...
- Padre Nuestro... Dios te salve, María... Gloria al Padre, al Hijo...
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
TERCER DÍA: "La Virgen de Luján nos invita a no dejar de maravillarnos ante los signos que Dios realiza entre nosotros."
Para ir hacia el norte, desde Buenos Aires, la carreta que llevaba las imágenes de la Virgen debía hacer varias paradas. La segunda fue cerca del río Luján, en la estancia de Rosendo (actualmente Villa Rosa, partido de Pilar). Fue en ese lugar donde ocurrió el milagro: como la carreta no podía avanzar decidieron descargarla; y sucedió que al bajar uno de los cajones avanzaba normalmente. Si se cargaba ese cajón, volvía a detenerse. Al abrirlo, encontraron la imagen de la Limpia y Pura Concepción. Conmovidos, el negro Manuel y otros testigos, entendieron que la Virgen había elegido ese lugar y decidido quedarse allí.
Hoy también reconocemos en ese signo el amor que Dios nos tuvo, y el modo admirable en el que quiso dejar a su Madre entre nosotros, antes de que fuéramos nación.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Marcos: “La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios diciendo: ‘Nunca hemos visto nada igual’.” (2, 12)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 117
Antífona: Alaben al Señor, todos los pueblos.
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre. Aleluya.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Antífona: Alaben al Señor, todos los pueblos.
Intenciones...
Padre Nuestro...Dios te salve, María...Gloria al Padre, al Hijo...
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
CUARTO DÍA: "El amor de la Virgen nos da la libertad para estar al servicio de nuestros hermanos."
El negro Manuel fue traído de África como esclavo, cuando tenía unos 25 años. Fue comprado en Brasil y traído a Buenos Aires, junto con las imágenes. Después del milagro se dedicó, hasta su muerte, por más de 50 años, a servir a la Virgen. Cuenta la tradición que muchos enfermos recobraban la salud cuando Manuel los ungía con el aceite de la lámpara que ardía en honor de Nuestra Señora. Se sabe que estuvo unos años casado con una mujer criolla llamada Beatriz, que era esclava de la misma familia a la que pertenecía; y luego enviudó.
Para que pudiera seguir cuidando la imagen, fue comprado a sus antiguos dueños gracias a una colecta popular, aunque él ya decía: “Soy de la Virgen, nomás”.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Juan: “Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su Señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.” (15, 15-17)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 102
Antífona: El amor del Señor permanece para siempre.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura;
el Señor hace obras de justicia
y otorga el derecho a los oprimidos.
Como un padre cariñoso con sus hijos,
así es cariñoso el Señor con sus fieles;
él conoce de qué estamos hechos,
sabe muy bien que no somos más que polvo.
Pero el amor del Señor permanece para siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Antífona: El amor del Señor permanece para siempre.
Intenciones...
- Padre Nuestro...Dios te salve, María...Gloria al Padre, al Hijo...
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
QUINTO DÍA: "Desde el cielo, el negro Manuel nos anima a acercar a la Virgen a nuestros hermanos y a rezar por sus necesidades."
La primera ermita que le construyeron a la Virgen estuvo terminada en 1633. Pero a pesar de que crecía la fama de los milagros y gracias que Ella concedía, el lugar quedó más tarde abandonado durante unos cuarenta años. Sólo el negro Manuel mantuvo vivo en ese tiempo el culto a “Nuestra Señora de Luján”, como ya se la acostumbraba a llamar. Él era quien recibía a los peregrinos, rezaba por sus necesidades, cuidaba de la ermita y de la imagen, y contaba la historia del milagro.
Su gran amor a la Señora y la fidelidad a su servicio durante esos años, permitieron que hoy conservemos la imagen de la Virgen y guardemos en la memoria su presencia milagrosa entre nosotros.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Mateo: “En aquel tiempo, Jesús dijo: ‘Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana’. ” (11, 25-26. 28-30)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 27
Antífona: Señor, no me dejes ni me abandones.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?
Aunque acampe contra mí un ejército
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda;
no me dejes ni me abandones,
mi Dios y mi salvador.
Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
el Señor me recibirá.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Antífona: Señor, no me dejes ni me abandones.
Intenciones...
- Padre Nuestro...Dios te salve, María...Gloria al Padre, al Hijo...
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
SEXTO DÍA: "En Luján, tenemos una casa para estar con la Virgen. Pero Ella también quiere peregrinar con nosotros."
La señora Ana de Matos, que tenía una estancia unas 5 o 6 leguas de distancia de la de Rosendo, al ver el abandono en el que había quedado la ermita decidió ofrecerle un lugar más digno a la Virgen y construir, con el tiempo, una capilla para que la pudieran venerar los peregrinos. Así, con una procesión que duró dos días, la Virgen peregrinó junto a sus hijos hasta el lugar donde se construiría el nuevo templo.
También Ana de Matos, como el negro Manuel, fue un instrumento de Dios para servir a su pueblo. Gracias a ella, nuestra Madre pudo tener una casa para seguir recibiendo a sus hijos; y las tierras que le donó a la Virgen dieron origen a la actual ciudad de Luján.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Lucas: “En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: ‘¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.” (1, 39-45)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 84
Antífona: Feliz quien ama al Señor y marcha en sus caminos.
¡Qué amable es tu Morada,
Señor del universo!
Mi alma se consume de deseos
por los atrios del Señor;
mi corazón y mi carne claman ansiosos
por el Dios viviente.
Hasta el gorrión encontró una casa,
y la golondrina tiene un nido
donde poner sus pichones,
junto a tus altares, Señor del universo,
mi Rey y mi Dios.
¡Felices los que habitan en tu Casa
y te alaban sin cesar!
¡Felices los que encuentran su fuerza en ti,
al emprender la peregrinación!
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Antífona: Feliz quien ama al Señor y marcha en sus caminos.
Intenciones...
- Padre Nuestro...Dios te salve, María...Gloria al Padre, al Hijo...
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
SÉPTIMO DÍA: A través de la Virgen, Dios nos da alivio y consuelo para nuestros dolores.
En 1684, el padre Pedro Montalbo viajó desde Buenos Aires afectado por ahogos asmáticos. Quería vivir o morir cerca la Virgen. Fue recibido por el negro Manuel, que como a otros enfermos, lo ungió con el aceite de la lámpara que ardía en honor de la Virgen; y le expresó que si se curaba, sería el primer capellán de la Virgen de Luján. Y efectivamente, luego de sanarse, el padre Pedro la sirvió durante 16 años, hasta su muerte.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
De la segunda carta a los Corintios: “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios. ” (1, 3-4)
Recemos:
DEL PROFETA ISAÍAS (Cap. 38)
Antífona: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
Yo decía: En lo mejor de mis días me tengo que ir:
he sido destinado a las puertas del abismo
por el resto de mis años.
Yo decía: Ya no contemplaré al Señor
en la tierra de los vivientes;
no veré más a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos se consumen de mirar a lo alto:
¡me oprimen, Señor, sé tú mi fiador!
Mi amargura se cambió en bienestar:
tú has preservado mi vida
de la fosa del aniquilamiento,
porque has arrojado detrás de tus espaldas
todos mis pecados.
Porque tú me salvaste, Señor,
haremos resonar nuestras liras
todos los días de nuestra vida
junto a la Casa del Señor.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Antífona: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
Intenciones...
- Padre Nuestro...Dios te salve, María...Gloria al Padre, al Hijo...
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
OCTAVO DÍA: "A los pies de nuestra Madre de Luján, descubrimos una historia en común y nos reconocemos hermanos."
El milagro de la Virgen de Luján ocurrió hace muchos años. Sin embargo, el suceso de los cajoncitos y la carreta inmóvil ha llegado hasta nosotros. Alguien nos lo contó. Nuestros padres o abuelos; los catequistas o algún sacerdote. Lo cierto es que sabemos, por muchas voces que lo han trasmitido, que la Virgen quiso quedarse en Luján.
La figura del Negro Manuel cobra mucha importancia también en este aspecto: fue testigo presencial del milagro y lo contó a los peregrinos que visitaban a la Madre. Su fidelidad y constancia hizo posible que hoy este hecho estuviera en la memoria del Pueblo de Dios en nuestra Patria.
La tradición continuó y continúa. Quienes hoy visitan a la Virgen, aunque no sepan su historia al detalle, experimentan su cariño y lo trasmiten a sus hijos, a sus amigos...
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Lucas: “Jesús les dijo entonces esta parábola: Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: Alégrense conmigo porque encontré la oveja que se me había perdido.” (15, 3-6)
Recemos: SALMO 145
Antífona: Alabaremos tu nombre por siempre, Señor.
Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey,
y bendeciré tu nombre eternamente;
día tras día te bendeciré,
y alabaré tu nombre sin cesar.
¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza:
su grandeza es insondable!
Cada generación celebra tus acciones
y le anuncia a las otras tus portentos:
ellas hablan del esplendor de tu gloria,
y yo también cantaré tus maravillas.
Ellas publican tus tremendos prodigios
y narran tus grandes proezas;
divulgan el recuerdo de tu inmensa bondad
y cantan alegres por tu victoria.
Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
que todos los vivientes bendigan tu santo Nombre,
desde ahora y para siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Antífona: Alabaremos tu nombre por siempre, Señor.
Intenciones...
- Padre Nuestro...Dios te salve, María...Gloria al Padre, al Hijo...
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
NOVENO DÍA: Desde Luján, Jesús nos sigue diciendo: “Ahí tienes a tu Madre...”
Los argentinos sabemos que en Luján tenemos a nuestra Madre. Es como si Jesús nos hubiera dicho a nosotros lo mismo que le dijo al discípulo estando en la cruz: “Ahí tienes a tu madre”. Su casa es meta de muchos caminos. Sus manitos juntas reciben nuestras oraciones y se las acercan a Dios. Sus ojos buenos atraen nuestras miradas y su manto nos cubre. Su bendición nos reanima y renueva. Es nuestra, pero es de todos: su corazón es tan ancho como el mundo y ninguno de los que la invoca con fe queda sin su cuidado, sea argentino o no.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Juan: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre, con su hermana María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.” (19, 25-27)
Recemos con un Salmo: SALMO 121
Antífona: Nuestra ayuda viene del Señor.
Levanto mis ojos a las montañas:
¿de dónde me vendrá la ayuda?
La ayuda me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El Señor es tu guardián,
es la sombra protectora a tu derecha:
de día no te dañará el sol,
ni la luna de noche.
El Señor te protegerá de todo mal
y cuidará tu vida.
El te protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Antífona: Nuestra ayuda viene del Señor.
Intenciones...
- Padre Nuestro...Dios te salve, María...Gloria al Padre, al Hijo...
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
AMADÍSIMA VIRGEN MARÍA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A TI...AMÉN!
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